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Las palabras, la Ciudad y el Territorio. Dos Libros Recientes.

La Ciudad y las Palabras.

La conversación que el martes 5 sostendremos con Graciela Silvestri y Adrián Gorelik se referirá a los dos últimos libros que ambos intelectuales argentinos han publicado: en el caso de Silvestri Las tierras desubicadas. Paisajes y culturas en la Sudamérica fluvial (Eduner, 2021) y en el de Gorelik La ciudad latinoamericana. Una figura de la imaginación social del siglo XX (Siglo veintiuno, 2022). Ambos textos surgen de un ambiente intelectual común, que podríamos vincular a los estudios culturales, con un fuerte desarrollo en la Argentina de las últimas décadas. Se trata de trabajos complementarios que abordan, por una parte, el territorio y al paisaje y por la otra la ciudad. Se trata, por tanto, del entorno que como latinoamericanos nos rodea, en el que desarrollamos nuestras vidas; en el que articulamos nuestros discursos, e imaginamos nuestras utopías. Un entorno que no es sólo necesario sino urgente comprender mejor, lejos de las simplificaciones habituales. No es, sin embargo, solamente el carácter complementario de sus respectivas temáticas el que los relaciona, sino más bien la riqueza de sus miradas. Tanto Silvestri como Gorelik iluminan de manera notable las temáticas que abordan construyendo una visión cultural en la que se entrecruzan la literatura y la política, la geografía y las artes.

En el caso de Graciela Silvestri, su ensayo está atravesado por la experiencia de un viaje fascinante que le da origen, remontando la vía fluvial que lleva desde Buenos Aires a Paraná. Es esa experiencia, ya casi olvidada y en cierto sentido imposible del viaje, realizado además en compañía de una ilustre tripulación intelectual, la que la impulsa a internarse en el espesor histórico y cultural que han podido contemplar. Es así como Silvestri construye para sus lectores un viaje intelectual que les permite recorrer desde el mundo guaraní hasta el tango, desde Hegel a Caetano Veloso. El título parece haberle sido sugerido por la lectura de Claude Levi-Strauss, de cuya mano realiza este viaje. La concentración de la mirada en esas tierras bajas sudamericanas, tan contrastantes con el mundo andino, no le impide inscribirse en un horizonte más amplio en el que Europa o Norteamérica, incluso Asia, están presentes. La dificultad de catalogar este libro, entre la historia del arte, la geografía o la antropología, sólo le añade interés en su esfuerzo por desestabilizar fronteras y valorar mezclas y fertilizaciones disciplinares.

La estructura del viaje tampoco es ajena al libro Adrián Gorelik le es ajena. En su caso, los puertos parecen ser una fantástica serie de personajes, ideas y proyectos que caracterizan a la Latinoamérica del segundo cuarto del siglo XX. Con razón, Gorelik considera fundamental comprender con profundidad ese momento para analizar los que le siguieron, incluso las complejidades de nuestra situación contemporánea. Es sorprendente el modo en que Gorelik logra articular, de manera convincente, personajes como el planificador austríaco norteamericano John Friedmann y el intelectual uruguayo Ángel Rama, bajo cuya presencia el libro se inicia y concluye. La galería de personajes es amplia, en el esfuerzo por desentrañar lo que Gorelik entiende como un proyecto cultural y social latinoamericano. En éste, el desarrollo, en ocasiones caótico, de sus ciudades a mediados del siglo XX, es acompañado por una etapa experimental notable de las ciencias sociales. Dicho fenómeno que Gorelik califica de “fulgurante” es el que el libro se propone presentar, lo que logra con un densidad de conocimiento sin paralelo sobre dicho momento, que sólo un larguísimo trabajo de investigación logra explicar. Chile, presentado como laboratorio de este proceso, ocupa un lugar destacado en el libro. El recorrido es, sin embargo, amplio e incluye Chicago y México; Lima Rio y Buenos Aires; Brasilia, La Habana Bogotá y otras ciudades.       

A su manera, ambos libros se refieren a Latinoamérica; no sólo a su realidad, sus utopías y sus misterios, sino también al rol que el subcontinente ha jugado en la imaginación y los proyectos políticos y culturales internacionales. No es casual que ambos libros se muevan en esa tensión entre urbe y discurso que el programa La Ciudad y las Palabras ha procurado ofrecer al público chileno desde hace más de 15 años. En el caso de Graciela Silvestri hay un capítulo que lleva el mismo nombre del programa. En el de Adrián Gorelik, el argumento se desarrolla en una tensión continua entre la visión de las ciencias sociales, la tecnocracia vinculada al desarrollo urbano y la crítica literaria, en un intento por penetrar una “cultura urbana latinoamericana”. No hace falta señalar que ambos libros son el resultado de arduos y prolongados trabajos de investigación. El brillo y la calidad de sus prosas son, por tanto, la punta del iceberg que sus privilegiados lectores podemos gozar, conscientes del más que sólido fundamento que los tiene en pie.

Graciela Silvestri (1954) es arquitecta y doctora en Historia. Ha enseñado por largo tiempo en su país y diversas universidades extranjeras y obtenido posiciones como la Kennedy Chair de la Graduate School of Design de la Universidad de Harvard. Autora de múltiples libros y artículos, destacan entre ellos El color del Río. Historia cultural del paisaje del Riachuelo (2004) y Un lugar común. Una historia de las figuras de paisaje en el Río de la Plata (2011).      

Adrián Gorelik (1957) es arquitecto y doctor en Historia. Ha desarrollado trabajo académico y editorial en su país, enseñando e investigado en múltiples universidades extranjeras. Fue Simón Bolívar Professor de la Universidad de Cambridge y miembro del Wissenschaftkolleg de Berlín. Entre sus múltiples publicaciones destacan La Grilla y el Parque (Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires (1998) y Miradas sobre Buenos Aires (2004).

Fernando Pérez Oyarzun es arquitecto de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Doctor de la Universitat Politècnica de Catalunya. Sus investigaciones se han centrado en temas de teoría e historia del proyecto arquitectónico, publicando artículos en revistas como Casabella, Arquitectura Viva, Projeto, Block, Harvard Architecture Review, CA y ARQ; y libros como Los hechos de la arquitectura; y los volúmenes I y II de Arquitectura en el Chile del siglo XX

Organiza:
Proyecto «La Ciudad y las Palabras»
Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos UC

Fecha: 05/12/2023 – 18:00 hrs

Lugar: Auditorio Fernando Castillo Velasco. Edificio ARQ

Inscripciones: Loreto Villarroel | lvillarr@uc.cl

 

 

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Entrevista a Fernando Pérez Oyarzún

Entrevista realizada en enero de 2023  por Pedro Alonso, jefe del programa de Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos, a Fernando Pérez, destacado arquitecto premio nacional de arquitectura, fundador del programa.

PA

Estimado Fernando. Muchas gracias por dar espacio a esta breve conversación. No es común tener a un premio nacional de arquitectura como fundador de un programa de doctorado. Gran parte de esta distinción tiene que ver con tu trayectoria como educador y formador de arquitectos, investigadores, y programas. Entonces, ¿Cuál es esta relación con el traspaso de la práctica a la teoría, de la docencia a la investigación? Y ¿Cómo ves tú el rol de la investigación doctoral en un plano contemporáneo donde los límites son difusos y los marcos teóricos y epistemológicos se entrecruzan?

FP

Habría que distinguir: hay cosas que provienen de la propia vocación, como la atracción por ciertas materias, y otras que provienen de las circunstancias. En mi caso, tanto la investigación como el proyecto fueron vocaciones tempranas. Muy pronto en la universidad me atrajo la investigación y tuve la suerte de conocer gente que me incluyó en trabajos de investigación. Y obviamente, como arquitecto, siempre me interesó la labor de proyecto, y siempre pensé que iba a centrar mi vida en es. Aún más, dentro del proyecto me interesaban los problemas de construcción, por eso siempre pensé que mi profesión iba a estar relacionada con un ejercicio de la arquitectura que tuviera a la construcción como una preocupación muy central. Esas dos vocaciones se encontraron con requerimientos para mí inesperados, como la solicitud asumir tareas académicas muy tempranamente, asumiendo tareas docentes y administrativas. Para mí esto se dio en la forma de una tensión que solo empecé a resolver mucho más tarde, porque muchas veces pensé que la docencia y la administración, frente al proyecto, se impedían mutuamente. Siempre me fue muy difícil escapar de las tareas universitarias, salía de una para caer en otra, y el doctorado de hecho resultó así.

Yo había dejado el decanato en el año 2000, y pensé “esta es la última vez que asumo una función administrativa” para dedicarme a enseñar y hacer proyectos. Ese año tuve la suerte de tener un interludio en Cambridge, y estando allá me comunicaron que se iniciaría el doctorado y solicitaron me hiciera cargo de él. Me costó un poco aceptarlo, pero quizás la clave está en que tal vez ese interés mío por la investigación o por el proyecto, se trasladó a la enseñanza y a la administración. Siempre pensé que tenía que concebir la enseñanza de una manera creativa, y la administración con una carga proyectual, lo cual suponía el ejercicio de la imaginación y la creatividad. Administrar por administrar, sin un proyecto, no tenía mucho sentido. Yo sé que solo hacer funcionar algo ya es muy difícil, pero en todos los cargos que tuve eso pulsión por la producción y por el proyecto se me hizo muy presente. El primer cargo importante que tuve fue el de director de la Escuela de Arquitectura, cuando Pedro Murtinho era decano. Recuerdo muy bien conversar con él, señalándole las muchas de cosas que había que hacer: programación, presupuestos, planificación académica, etc., pero que, por sobre todo ello, estaba la necesidad de ponerle un “segundo piso” a la escuela. En ese momento, para nosotros, estas cosas nuevas eran la posibilidad de realizar trabajos o servicios que otras facultades ya tenían incorporados, y la actividad de postgrado.

Tú mencionas el premio nacional. Pienso que efectivamente, el perfil que quisieron destacar en esta oportunidad tuvo que ver con la posibilidad de un arquitecto su pusiera en juego su formación y su oficio en muchos flancos distintos, desde la obra, la producción teórica, y la administración, pasando por tantas otras más.

PA

Volviendo a lo proyectual, me imagino que estuviste presente en los debates sobre la idea de la tesis proyectual. Nos interesa mucho seguir abriendo camino en nuestro Programa, en relación con este tipo de investigación. Tras años de pensarlo y discutirlo ¿Cuál sería tu postura sobre lo que una investigación y tesis proyectual podría contribuir en el ámbito de la arquitectura, el diseño y los estados urbanos?

FP.

Este es un tema que no termina de resolverse y donde sigue habiendo visiones muy distintas. Quizás tiene que ver con una noción que a mí me quedó muy grabada desde los tiempos que seguía cursos con Isidro Suarez. Él mencionaba que, para Aristóteles, la ciencia era el terreno de lo necesario, y el arte el terreno de lo posible. Entonces, entendiendo el arte en un sentido muy amplio, uno podría pensar que haya una serie de actividades que tienen esta condición de moverse en el terreno de lo posible, y no sólo la Arquitectura, si no también otras profesiones como la Medicina. De hecho, no es raro que exista una revista médica que se llama Ars Médica. Son disciplinas que están enraizadas en formas de hacer; que se mueven en el terreno de lo posible. La pregunta si existe un conocimiento de lo posible, de lo proyectado, y que ello no es meramente la aplicación de otros conocimientos que podríamos llamar científicos o filosóficos. Yo problematizaría la idea de aplicación, ya que esto no es algo automático, es un proceso de diálogo entre conocimiento y realidad que muchas veces va de ida y vuelta y que, desde la propia realidad, genera preguntas que son muy legítimas y que se vuelven a resolver en el terreno de lo científico.

Doy dos ejemplos. Las guerras, han generado muchos conocimientos a partir de necesidades, que son terribles, pero a la vez fueron capaces de generar conocimiento. Otro ejemplo es la investigación espacial, que ha plantado preguntas nuevas para la ciencia, que muchas veces no son posibles de responder por la ciencia aplicada. Así surge algo que de a poco se va comprendiendo, ya que la idea de aplicación no es algo que actúa, de manera automática, como un timbre, la realidad, Yo recuerdo a Sergio Rojo, quien hablando del proyecto, me decía “tú tienes una idea arquitectónica y la realidad se te resiste”, entonces tienes que dialogar con ella, y ahí el concepto de aplicación requiere problematizarse. Yo creo que en todas estas disciplinas que lidian con el “hacer” y con la idea de proponer (poner delante algo), existen experiencias y conocimientos que permiten lidiar con este problema.

Esta discusión la tuve alguna vez con Marcial Echenique, quien pensaba que el ejercicio de la arquitectura o de la planificación era solo de aplicación, y que el conocimiento se generaba en ámbitos más generales. Yo nunca he creído eso, y siempre me ha parecido que había en estos terrenos una dimensión de investigación que se presentaba de distintas maneras. Me refiero al terreno el proyecto en un sentido amplio, que muchas veces tiene que ver con lidiar con la realidad. Voy a poner un ejemplo de otra disciplina, la educación, que ha sido muy afectada por otras disciplinas como la psicología evolutiva que estudia cómo se desarrolla mente de un niño, y que tuvo que incorporarse como conocimiento en la educación. Pero este “tener en cuenta” nunca va a resolver a cabalidad el problema de la educación. Me refiero al momento en que un profesor se ve enfrentado a 20 o 30 estudiantes. Alli la realidad se presenta con la misma complejidad con la cual nosotros enfrentamos la ciudad, un terreno, o un problema técnico.

Entonces, uno puede apoyarse en ciencias y conocimientos generales, puede articular dichos conocimientos, pero es muy difícil que cualquiera de esos auxilios por sí solo resuelva el problema. Me parece que hay, al menos, dos dimensiones en las que el proyecto y la investigación se entrecruzan. Una dimensión es la utilización de herramientas de proyecto en el campo de la investigación. Por ejemplo, los levantamientos críticos, los dibujos, elementos que la arquitectura ha desarrollado y que se usan para una investigación histórica, morfológica o de otro tipo. Este es un primer cruce que relaciona el proyecto y sus modos de producirse con la investigación. La segunda dimensión, que yo diría que es más álgida, es lo que podríamos llamar investigación propiamente proyectual, la cual tiene que ver con alternativas u operaciones de proyecto propuestas como un medio para responder preguntas o enfrentar problemas. Tendría que cuidarse que tales preguntas se respondan mejor con un proyecto que con cualquier otra cosa. No se trata de cargar al proyecto teóricamente, de ponerle más peso encima, si no de encontrar preguntas, cuya respuesta no se de simplemente desde un discurso verbal si no que requiera de otros elementos, especialmente de una imaginación de futuro.

Este es un tema apasionante que tiene ejemplos históricos. Cuando algunos de los arquitectos del siglo XVIII hacían proyectos utópicos, se estaban respondiendo a la pregunta de ¿Cómo podría ser esto?, y la respuesta sólo se podía encontrar a través de una o varias configuraciones de proyecto. Hay que dejar que las cosas se desanuden, no hacer demasiadas discusiones abstractas sobre la cuestión de la investigación y el proyecto. Más bien, hay que ir dejando que tales relaciones se produzcan y rindan. Hay que ver cuáles son la vetas que permiten que se desarrollen, que sean convincentes y puedan, incluso, dialogar con otras formas de conocimiento.

Recuerdo una conferencia a la que asistí en Cambridge, UK. La dictaba director de Arqueología de la universidad de Harvard, que explicó en cómo se estaban empleando métodos no invasivos para estudios arqueológicos. En est dijo que pare contexto, el señaló que en un momento, se requería el apoyo de los arquitectos, porque podían aportar una dimensión peculiar y propia a la interpretación de las configuraciones tridimensionales que los arqueólogos no acababan de comprender. Ello a partir de su propia formación sobre cómo se relacionan construcción y vida. De esta forma, los arquitectos colaboraban a descifrar una especie de hermenéutica de los descubrimientos que los arqueólogos habían hecho. Esta es una buena demostración práctica de las cosas que pueden ocurrir en este terreno.

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El (tremendo) director del Bellas Artes

La Tercera publica columna sobre la trayectoria del profesor UC y actual director del Museo de Bellas Artes, Fernando Pérez. Se menciona que fue director de la escuela, decano de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos, director del programa de Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos, e impulsor del programa «La Ciudad y las Palabras».

 

 

 

+ Revisa la columna completa aquí.

 

 
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Charla I Distancia y materia: qué hacemos cuando hacemos arquitectura.

A diferencia de lo que ocurre con determinadas experiencias artísticas que exigen una voluntad consciente de atender, mirar o tocar; que nos piden dirigirnos a un lugar preciso para participar de ellas, tenemos con la arquitectura una relación diaria y casi inevitable. La arquitectura nos rodea y nos sale al encuentro, a tal punto, que suele de desaparecer de nuestra atención. La ignoramos, en el doble sentido de no percibirla ni estar necesariamente conscientes de su experiencia. Los esfuerzos realizados para producir arquitectura, a veces gigantescos y hasta excesivos, ponen de relieve la consciencia acerca de lo significativo que esa intensificación de la construcción ha tenido para todas las culturas. Hacer de nuestros actos una forma de arte ha resultado una ambición tan fascinante como riesgosa.

 

Fernando Pérez Oyarzún es el director del Museo Nacional de Bellas Artes. Arquitecto de la Pontificia Universidad Católica de Chile (1977), doctor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (1981) y profesor titular de la UC. Fue director de la Escuela de Arquitectura de la UC entre 1987 y 1990, decano de la Facultad de Arquitectura y Bellas Artes entre 1990 y 2000, jefe del Programa de Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos desde 2004 hasta 2016 y director del Centro de Patrimonio Cultural UC.

 

Inscripciones:

https://artificatucasa.uc.cl/