Entrevista realizada en enero de 2023 por Pedro Alonso, jefe del programa de Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos, a Fernando Pérez, destacado arquitecto premio nacional de arquitectura, fundador del programa.
PA
Estimado Fernando. Muchas gracias por dar espacio a esta breve conversación. No es común tener a un premio nacional de arquitectura como fundador de un programa de doctorado. Gran parte de esta distinción tiene que ver con tu trayectoria como educador y formador de arquitectos, investigadores, y programas. Entonces, ¿Cuál es esta relación con el traspaso de la práctica a la teoría, de la docencia a la investigación? Y ¿Cómo ves tú el rol de la investigación doctoral en un plano contemporáneo donde los límites son difusos y los marcos teóricos y epistemológicos se entrecruzan?
FP
Habría que distinguir: hay cosas que provienen de la propia vocación, como la atracción por ciertas materias, y otras que provienen de las circunstancias. En mi caso, tanto la investigación como el proyecto fueron vocaciones tempranas. Muy pronto en la universidad me atrajo la investigación y tuve la suerte de conocer gente que me incluyó en trabajos de investigación. Y obviamente, como arquitecto, siempre me interesó la labor de proyecto, y siempre pensé que iba a centrar mi vida en es. Aún más, dentro del proyecto me interesaban los problemas de construcción, por eso siempre pensé que mi profesión iba a estar relacionada con un ejercicio de la arquitectura que tuviera a la construcción como una preocupación muy central. Esas dos vocaciones se encontraron con requerimientos para mí inesperados, como la solicitud asumir tareas académicas muy tempranamente, asumiendo tareas docentes y administrativas. Para mí esto se dio en la forma de una tensión que solo empecé a resolver mucho más tarde, porque muchas veces pensé que la docencia y la administración, frente al proyecto, se impedían mutuamente. Siempre me fue muy difícil escapar de las tareas universitarias, salía de una para caer en otra, y el doctorado de hecho resultó así.
Yo había dejado el decanato en el año 2000, y pensé “esta es la última vez que asumo una función administrativa” para dedicarme a enseñar y hacer proyectos. Ese año tuve la suerte de tener un interludio en Cambridge, y estando allá me comunicaron que se iniciaría el doctorado y solicitaron me hiciera cargo de él. Me costó un poco aceptarlo, pero quizás la clave está en que tal vez ese interés mío por la investigación o por el proyecto, se trasladó a la enseñanza y a la administración. Siempre pensé que tenía que concebir la enseñanza de una manera creativa, y la administración con una carga proyectual, lo cual suponía el ejercicio de la imaginación y la creatividad. Administrar por administrar, sin un proyecto, no tenía mucho sentido. Yo sé que solo hacer funcionar algo ya es muy difícil, pero en todos los cargos que tuve eso pulsión por la producción y por el proyecto se me hizo muy presente. El primer cargo importante que tuve fue el de director de la Escuela de Arquitectura, cuando Pedro Murtinho era decano. Recuerdo muy bien conversar con él, señalándole las muchas de cosas que había que hacer: programación, presupuestos, planificación académica, etc., pero que, por sobre todo ello, estaba la necesidad de ponerle un “segundo piso” a la escuela. En ese momento, para nosotros, estas cosas nuevas eran la posibilidad de realizar trabajos o servicios que otras facultades ya tenían incorporados, y la actividad de postgrado.
Tú mencionas el premio nacional. Pienso que efectivamente, el perfil que quisieron destacar en esta oportunidad tuvo que ver con la posibilidad de un arquitecto su pusiera en juego su formación y su oficio en muchos flancos distintos, desde la obra, la producción teórica, y la administración, pasando por tantas otras más.
PA
Volviendo a lo proyectual, me imagino que estuviste presente en los debates sobre la idea de la tesis proyectual. Nos interesa mucho seguir abriendo camino en nuestro Programa, en relación con este tipo de investigación. Tras años de pensarlo y discutirlo ¿Cuál sería tu postura sobre lo que una investigación y tesis proyectual podría contribuir en el ámbito de la arquitectura, el diseño y los estados urbanos?
FP.
Este es un tema que no termina de resolverse y donde sigue habiendo visiones muy distintas. Quizás tiene que ver con una noción que a mí me quedó muy grabada desde los tiempos que seguía cursos con Isidro Suarez. Él mencionaba que, para Aristóteles, la ciencia era el terreno de lo necesario, y el arte el terreno de lo posible. Entonces, entendiendo el arte en un sentido muy amplio, uno podría pensar que haya una serie de actividades que tienen esta condición de moverse en el terreno de lo posible, y no sólo la Arquitectura, si no también otras profesiones como la Medicina. De hecho, no es raro que exista una revista médica que se llama Ars Médica. Son disciplinas que están enraizadas en formas de hacer; que se mueven en el terreno de lo posible. La pregunta si existe un conocimiento de lo posible, de lo proyectado, y que ello no es meramente la aplicación de otros conocimientos que podríamos llamar científicos o filosóficos. Yo problematizaría la idea de aplicación, ya que esto no es algo automático, es un proceso de diálogo entre conocimiento y realidad que muchas veces va de ida y vuelta y que, desde la propia realidad, genera preguntas que son muy legítimas y que se vuelven a resolver en el terreno de lo científico.
Doy dos ejemplos. Las guerras, han generado muchos conocimientos a partir de necesidades, que son terribles, pero a la vez fueron capaces de generar conocimiento. Otro ejemplo es la investigación espacial, que ha plantado preguntas nuevas para la ciencia, que muchas veces no son posibles de responder por la ciencia aplicada. Así surge algo que de a poco se va comprendiendo, ya que la idea de aplicación no es algo que actúa, de manera automática, como un timbre, la realidad, Yo recuerdo a Sergio Rojo, quien hablando del proyecto, me decía “tú tienes una idea arquitectónica y la realidad se te resiste”, entonces tienes que dialogar con ella, y ahí el concepto de aplicación requiere problematizarse. Yo creo que en todas estas disciplinas que lidian con el “hacer” y con la idea de proponer (poner delante algo), existen experiencias y conocimientos que permiten lidiar con este problema.
Esta discusión la tuve alguna vez con Marcial Echenique, quien pensaba que el ejercicio de la arquitectura o de la planificación era solo de aplicación, y que el conocimiento se generaba en ámbitos más generales. Yo nunca he creído eso, y siempre me ha parecido que había en estos terrenos una dimensión de investigación que se presentaba de distintas maneras. Me refiero al terreno el proyecto en un sentido amplio, que muchas veces tiene que ver con lidiar con la realidad. Voy a poner un ejemplo de otra disciplina, la educación, que ha sido muy afectada por otras disciplinas como la psicología evolutiva que estudia cómo se desarrolla mente de un niño, y que tuvo que incorporarse como conocimiento en la educación. Pero este “tener en cuenta” nunca va a resolver a cabalidad el problema de la educación. Me refiero al momento en que un profesor se ve enfrentado a 20 o 30 estudiantes. Alli la realidad se presenta con la misma complejidad con la cual nosotros enfrentamos la ciudad, un terreno, o un problema técnico.
Entonces, uno puede apoyarse en ciencias y conocimientos generales, puede articular dichos conocimientos, pero es muy difícil que cualquiera de esos auxilios por sí solo resuelva el problema. Me parece que hay, al menos, dos dimensiones en las que el proyecto y la investigación se entrecruzan. Una dimensión es la utilización de herramientas de proyecto en el campo de la investigación. Por ejemplo, los levantamientos críticos, los dibujos, elementos que la arquitectura ha desarrollado y que se usan para una investigación histórica, morfológica o de otro tipo. Este es un primer cruce que relaciona el proyecto y sus modos de producirse con la investigación. La segunda dimensión, que yo diría que es más álgida, es lo que podríamos llamar investigación propiamente proyectual, la cual tiene que ver con alternativas u operaciones de proyecto propuestas como un medio para responder preguntas o enfrentar problemas. Tendría que cuidarse que tales preguntas se respondan mejor con un proyecto que con cualquier otra cosa. No se trata de cargar al proyecto teóricamente, de ponerle más peso encima, si no de encontrar preguntas, cuya respuesta no se de simplemente desde un discurso verbal si no que requiera de otros elementos, especialmente de una imaginación de futuro.
Este es un tema apasionante que tiene ejemplos históricos. Cuando algunos de los arquitectos del siglo XVIII hacían proyectos utópicos, se estaban respondiendo a la pregunta de ¿Cómo podría ser esto?, y la respuesta sólo se podía encontrar a través de una o varias configuraciones de proyecto. Hay que dejar que las cosas se desanuden, no hacer demasiadas discusiones abstractas sobre la cuestión de la investigación y el proyecto. Más bien, hay que ir dejando que tales relaciones se produzcan y rindan. Hay que ver cuáles son la vetas que permiten que se desarrollen, que sean convincentes y puedan, incluso, dialogar con otras formas de conocimiento.
Recuerdo una conferencia a la que asistí en Cambridge, UK. La dictaba director de Arqueología de la universidad de Harvard, que explicó en cómo se estaban empleando métodos no invasivos para estudios arqueológicos. En est dijo que pare contexto, el señaló que en un momento, se requería el apoyo de los arquitectos, porque podían aportar una dimensión peculiar y propia a la interpretación de las configuraciones tridimensionales que los arqueólogos no acababan de comprender. Ello a partir de su propia formación sobre cómo se relacionan construcción y vida. De esta forma, los arquitectos colaboraban a descifrar una especie de hermenéutica de los descubrimientos que los arqueólogos habían hecho. Esta es una buena demostración práctica de las cosas que pueden ocurrir en este terreno.