Podría parecer que existe un mundo de diferencias entre el Paris actual y La Legua. Pero la comparación no es gratuita. La Legua se ha hecho tristemente famosa como un lugar peligroso. En el imaginario de los santiaguinos es el lugar más temido de la ciudad. Este estigma que se ha construido en torno a la población ha activado una serie de injusticias hacia los legüinos que ven mermadas sus oportunidades de acceder a empleos formales y servicios de calidad. Hoy, La Legua y las tres poblaciones que la componen son objeto de una intervención urbana que plantea renovar espacios públicos existentes, abrir una nueva calle y entregar vivienda a sus vecinos. Esta intervención se plantearía como parte de una posible solución a los problemas de violencia que en general se presentan en el territorio. Desde el Estado, para La Legua, y Legua Emergencia en particular, se ha diagnosticado que la estructura urbana y su emplazamiento favorecerían el ejercicio de actividades ilícitas vinculadas a actos de violencia. Una estructura de pasajes ciegos y laberínticos apoyarían la idea. Paris, por su parte, se vio sometida a una intervención similar durante el siglo XIX. A escala de toda la ciudad, se abrieron amplias calles demoliendo parte del tejido medieval que cambiaron para siempre la imagen de la capital francesa. El París de las películas, de las novelas y de las canciones es en gran parte resultado de esta operación. El emperador Napoleón III, encargó al Barón Georges-Eugène Haussmann la transformación. El diagnóstico del emperador era que el tejido medieval, de pasajes estrechos y laberínticos favorecían las continuas revueltas de las que la ciudad era escenario desde la Revolución Francesa. Era imposible vigilar y reprimir a través de la imbricada red de calles, callejones y pasajes de aquel Paris. El Barón Haussmann, emprendió la tarea de abrir vías nuevas, haciendo tabula rasa con parte de la ciudad existente. Las nuevas calles fueron diseñadas con el propósito de facilitar el movimiento por la ciudad, generar vistas monumentales entre diversos hitos, y permitir el paso del ejército ante eventuales revoluciones. Las calles fueron dimensionadas para que pasaran dos carros del ejército, apuntando sus cañones hacia los costados. El supuesto detrás de estas intervenciones es que cambios en la forma física de la ciudad pueden derivar en transformaciones sociales. Este supuesto planteado como un vínculo determinista y unidireccional es incorrecto. En París continuaron las revueltas después de concretada la transformación de la ciudad, y su desaparición en el largo plazo no tiene que ver solo con la disposición de la estructura urbana a la efectividad del actuar de las fuerzas de orden, sino que al cambio en el tejido social que produjo la introducción de un espacio que acogió un nuevo grupo social, que empezó a ocupar de forma distinta el espacio público, y demandar bienes y servicios nuevos. Lo anterior sumado a la expulsión de los habitantes originales a la periferia, así como los talleres e industrias en los que trabajaban, acabaron por transformar la base económica de la ciudad, y la distribución de las oportunidades en la estructura urbana. En La Legua, la apertura de nuevas vías también reserva espacio para edificar vivienda que sería ocupada por vecinos. Sin embargo, la apertura de calles y entrega de viviendas son operaciones que por si solas no bastarían para cambiar La Legua. ¿Qué otra cosa podría ocurrir al construir más casas y construir una calle nueva? Quizás solo ampliar la extensión en el espacio urbano que ocupan los ya conocidos problemas de La Legua. Sobre la posibilidad de que la nueva vía permita a las policías vigilar mejor, y por lo tanto aumentar la seguridad de La Legua, la misma población cuenta con experiencias similares que no dieron resultados. Un grupo de profesionales planteó durante los años 60 la apertura de una calle que conectara Legua Emergencia y Santa Rosa. Legua Emergencia ya era vista en ese tiempo como un espacio, que por lo confinado que se encontraba permitía el desarrollo de actividades ilicitas. El resultado, fue el trazado de un pequeño tramo de Jorge Canning, que se extendió hasta Santa Rosa, conocida como la población Policarpo Toro. Antes de esto Legua Emergencia no contaba con salida a Santa Rosa, y solo podía ser accedida desde Pedro Alarcón. El paso de los años es claro en señalar que la apertura de calles al menos no fue suficiente. Todo lo anterior no significa que haya que renunciar a la ciudad como una vía para generar cambios sociales. Como señala David Harvey, si bien existe una especie de esperanza mal puesta en el diseño, no por eso hay que renunciar a la búsqueda de utopías en la ciudad. Es necesario leer la ciudad como un proceso de urbanización constante, en permanente movimiento, en que la forma construida y los procesos sociales se encuentran en constante dialogo. La búsqueda de la transformación debe poner la utopía en el proceso más que en la forma. Es difícil y hasta cierto punto indeseable entregar recetas para La Legua. Las distintas iniciativas en lo urbano y en lo social que se llevan a cabo podrían tener efectos positivos, negativos o no tenerlos. En la ciudad solo el paso del tiempo puede corroborar el éxito de una intervención. Sin embargo, recogiendo el enfoque planteado en este texto es necesario señalar que la apertura de calles y remodelaciones podrían ayudar en la medida en que apunten a trasformar la base económica de La Legua, introduciendo nuevos flujos y actividades a Legua Emergencia principalmente. Y estas obras deben ir acompañadas en forma coordinada en su implementación, de políticas sociales que apunten a dar servicios de calidad, accesibles y adecuados a las particularidades de La Legua, así como políticas de indultos y beneficios carcelarios para entregar nuevas oportunidades a los legüinos privados de libertad. Intervenir la Legua no debería ser una tarea de largo aliento. Experiencias latinoamericanas exitosas y recientes, en tejidos urbanos mucho más críticos y extensos –como Medellín- abren el camino. Antes del paso de una generación La Legua podría ser una población diferente. Para que esto ocurra no basta con que se abran calles –aunque puede ayudar-. También se deberán abrir nuevas vías en la forma en que los legüinos accedan a las oportunidades entregadas tanto por el Estado como por el resto de la sociedad. En esta tarea la ciudad puede ayudar.
¿En qué se parece París y La Legua? Intervención y utopía en la ciudad