Autor: Marco González Martínez
Santiago de Chile fue uno de los testigos de la experiencia de la Unidad Popular, en sus calles y avenidas se registraron más de mil días de acción política popular devenida en oficialismo. Así, sobre la Avenida Libertador Bernardo O’Higgins, persistentemente llamada alameda por los capitalinos, la madrugada del 5 de septiembre de 1970, desde el balcón de la Federación de Estudiantes de Chile (FECh) se escuchó a Salvador Allende proclamar su victoria electoral ante una multitudinaria audiencia. Aquel día el candidato triunfante, ratificó a los santiaguinos su irrenunciable propósito de cumplir el programa de gobierno, acción que en su convicción abriría la senda hacia “una vida distinta y mejor; para empezar a caminar por las esperanzadas alamedas del socialismo que el pueblo de Chile con sus propias manos va a construir” 1 . No obstante, casi tres años más tarde y sólo dos cuadras al oriente, la mañana del 11 de septiembre de 1973, después de meses de generalizada desestabilización propalada por la oposición, las convicciones depositadas en el proceso de transformaciones económicas y justicia social se convertían violentamente en decepción. Desde la moneda** asediada por los soldados de Chile, el compañero presidente realizaba su última alocución, sancionando la felonía, cobardía y traición de quienes esperaban a través de “mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios” 2 . En definitiva, la misma escenografía, albergaba dos de los acontecimientos más significativos de la vía chilena al socialismo, hechos que paradójicamente transitaron desde las alegres promesas de a cumplir entonadas en el venceremos de Inti-Illimani *** hasta los dolorosos hechos de sangre que convertirían a Santiago en un “símbolo histórico de cara a la posterioridad”.
El tiempo del espacio disputado. Santiago de Chile durante la Unidad Popular